Lo primero que he oído esta mañana ha sido un gordo canturreando en la cama a mi lado. Enseguida me ha dado el flash de que ayer se me fue la mano con los cubatas en Sarandonga y en vez de traerme a casa a la camarera, me traje al portero. ¡Mierda! Pero al pocoLeer más sobre Susto[…]
Tracé un plan.
Salí de casa, fui al mercado.
Compré sólo una cebolla, pero una buena cebolla.
Volví y empecé a picarla. Bien finito.
Yo no sabía dónde estaba la Real Academia de la Lengua. En realidad no me lo había planteado. ¿Tú lo sabes? Al lado del Museo del Prado. Ayer buscaba sitio para aparcar en esa zona y me fijé en el vado. A mí, los vados, si tienen cartel, me gusta leerlos. «Excepto personal de la Real Academia de la Lengua«. Me extrañó que no incluyera un «Lunes a Viernes 9h a 20h«. Me habría venido bien esa limitación puesto que eran las 21,30h. ¿Por qué la Academia necesita un vado permanente?
He vuelto a despertarme esta mañana sobre mi sábana roja un poco más grande que el colchón.
Bien. No tan bien. No sé.
Ya lo he dicho: desde hace unos días estoy solo. Indefinidamente solo. Miro las habitaciones bastante vacías, no sé si me gusta o me fastidia. Las paredes blancas -con sus imperfecciones, alcayatas y desconchones- son como un folio en el que escribir una nueva canción. Es emocionante. Hay mucha poesía en esta situación, en el cambio, y también mucha prosa. A ella le tocó la plancha. Leer más acerca de La Plancha …
Ayer compré flores blancas, violeta y rojas. Dos tipos de rojas: unas como puñales y otras sencillamente como flores. He pasado un buen rato decidiendo dónde debían ir. He conseguido un buen dolor de riñones pero me ha quedado la terraza niquelá.
Estaba de un humor de perros (pido perdón a los perros), refunfuñando yo solo y haciendo las cosas muy serio. Había rechazado una invitación para ir al cine porque, cuando estoy de mal humor, muerdo y, qué carajo, nadie tiene la culpa. Así que estaba de león enjaulado y de domador a la vez. Vaya mierda de noche.