Planta herbácea anual de la familia de las cariofiláceas de hojas opuestas y flores amarillas agrupadas en inflorescencias que crece en los sembrados de suelos areniscos en la región mediterránea.
En el tiempo de los fenicios los pétalos secos de esta planta, preparados en infusión, se utilizaban en ceremonias religiosas. Se colocaba en el altar del templo una gran marmita pusiliforme con fuego de madera de olivo debajo y los asistentes, por lo general hombres y mujeres jóvenes ataviados con vaporosas túnicas y guiados en las salmodias por un sacerdote, inhalaban los vapores y más tarde bebían la pócima invocando al dios Adón, divinidad de la primavera, la vegetación y la fertilidad. Estas ceremonias tenían lugar a puerta cerrada, comenzaban al atardecer y en muchas ocasiones se prolongaban hasta la mañana siguiente. Apolonte cuenta en su libro Vacaciones en Pircea, menudo periplo que estas ceremonias propiciaban que las doncellas se quedaran encinta si practicaban el amor con sus maridos (a los que no se había permitido asistir a la ceremonia) antes de la siguiente luna. A veces ocurría que el hijo no se parecía mucho al padre, entonces se aceptaba que era hijo de Adón (y también del padre) pero que los rasgos eran más de Adón porque las características faciales de los dioses predominan sobre las de los humanos.
De los fenicios no se han conservado documentos escritos, al menos en la provincia de Madrid (el libro de Apolonte y nada más) pero según unas inscripciones en unas vasijas que se encontraron en 1973 en las estribaciones de la sierra de Alcaraz fue precisamente en una de esas ceremonias en la que se apareció el propio Dios Adón con intención de unirse a la celebración, anticipose el Dios y quiso probar él primero el mejunje, utilizó, para disipar las dudas que pudieran surgir, la fórmula clásica: me pido prímer. Tenía Adón fama bien ganada de ser un poquito cagaprisas. Y abrasose la lengua. Blasfemó contra sí mismo un cagüendiós y le salieron de inmediato dos ampollas de las que brotaron dos hiedras que se extendieron por el templo bloqueando las ventanas y las puertas (como era el dios de la vegetación…) y cuanto más agua bebía para aplacar la quemazón más crecían las hiedras impidiendo, no ya salir, sino siquiera localizar una escapatoria. O por lo menos esto es lo que contaron los asistentes cuando volvieron a casa, una semana después: que no habían podido salir por las hiedras.
La infusión de flores de pamplinas esá documentada en la farmacopea medieval como un remedio eficaz contra los dolores de cabeza en las mujeres casadas y los niños lactantes. ¿O era en los niños casados y las madres lactantes? El caso es que no me acuerdo bien.
En la actualidad se ha comprobado que carece de efectos analgésicos pero el bebedizo tiene efectos alucinógenos suaves y altera la líbido para bien, lo que en práctica clínica moderna se viene denominando «coger un puntito gracioso».
Y de ahí la expresión «No me vengas con pamplinas«.
El examen será el próximo día 27.
Y esto entra.
Buenos días.
Pamplinas era también como llamaban mis padres a «Busterqueatón», nada de Buster Keaton ni Baster Quiton, ellos decían «bustequeatón» sin mas.
Si busca por ahí títulos de la época encontrarás por ejemplo «Pasión y boda de Pamplinas». Los distribuidores hispánicos tan poco dados a lo extranjero en la época le pusieron este apodo. Un poco alucinao si parecía el serio flaco de cara pálida.
con lo bien que está este post y nadie comenta…..