Anoche nos juntamos a cenar 5 almas de calidad con algunos desconchones en la carrocería.
Y 3 almas infantiles risueñas, peleonas… 3 almas infantiles de calidad y en perfecto estado.
Y salió una cena de Nochevieja rara. Siempre es mejor rara que aburrida, eso lo tengo claro, porque lo peor del mundo es lo aburrido. La lubina salió rica. Con su costra de sal. El rosado estaba fresquito. Piña, bombones, tal y cual.
Cuando dieron las campanadas nos abrazamos todos con todos, de dos en dos; y nos besamos. Había en esos abrazos raros mucha verdad, mucho deseo sincero de «que estés muy bien». Me parecieron abrazos muy fuertes, los brazos apretaban haciendo palanca en el corazón, así se consigue mucha más potencia.
Luego unos petardos para romper la escarcha de la melancolía, y una botella y media de champán. Poco champán, pero es que no hacía falta ahogar nada. Y cada uno a su casa -temprano- a su soledad, a su guarida, a su dormir, a su poner betadine en las heridas.
No fuímos más felices que Anne y Ramón, pero con mucho menos presupuesto nos las apañamos para cruzar una alambrada electrificada de uvas. Mirando con ternura territorios a los que no vamos a volver. Años de mudanzas, de cataclismos. Quizá nuestros últimos años de mudanzas y cataclismos, que luego todo se apacigua y luego todo declina y luego todo se apaga. Y eso si que es un asco, pienso yo.
La cena salió rara y la lubina rica. Y ahora: a otra cosa, mariposa.
Siendo 5 abrazarse de dos en dos deja siempre a uno fuera de juego, pero la paciencia tiene su recompensa.
Aquí éramos 3 y este año no hice lubina -.aquí se llama llobarro-, ni salmón. Sopa reconstituyente y verduras, rioja y boniatos.
Mariposa aquí tuvimos uvas en el balcón con campanadas de colores; un rascacielos fálico nos sorprendió una vez mas y es que esta ciudad es una caja de sorpresas.
Aburrirnos? No nos aburrimos, no tuvimos tiempo.