Toda la vida estudiando en el cole un poco de English y cuando llegas a este country te encuentras con la realidad: hay que descuartizar a los profesores. Uno aterriza con un 10 en conocimientos gramaticales (bueno, vale, un 8) y un cero en capacidad auditiva. O sea, no sabe nada de nada, no entiende nada de nada y se las ve y se las desea para sobrevivir. Don’t panic. Estamos en ello. En dos semanas, grandes progresos. Ya entiendo a la primera cuando me dicen que ponga la cafetera.
Ojo, que hay clases: a Blair y a la Reina se les entiende. Clarito, oye. Y al Cameron, que tiene una leche en toda la cara, el pijo. Pero ni se te ocurra preguntarle a un taxista. Ni ellos les entienden. Para entrenarme veo en la tele Car Booty. Lo peor. La gente va al trastero, coge lo peor de lo peor y lo vende en mercadillos de cuarta y se levanta un dinerillo. He visto como pagaban £25 por una asquerosa doll de trapo. Es como aprende uno que no se dice «isn’t it» pronunciado «isentit» (los puristas que no se pasen ni un pelo), sino que se dice «ini», con un poco de huevo duro en la boca y mucho esfuerzo en la primera «i». Yo no me lo invento, lo oigo a diario. Y de esta manera, todo resulta un poco frustrante. Hasta que te das cuenta que todo tiene su truco.
Ayer hice la prueba. Cuando estaba en la ventanilla de Liverpool Street Station (suena muy fino esto, la verdad) me dije a mi mismo: «Me voy a comer unas cuantas letras de ‘platform’ a ver si me entienden». Con un tono un poco elevado dije: «Mmmform». Del otro lado de la ventanilla respondieron: «Fourteen». Y era la fourteen y el tren estaba esperando para traerme de nuevo a ninguna parte. Como he dicho, mejoro a ratos.
Por cierto, es genial darse cuenta de que es verdad que los ingleses hacen cola ante todo. Incluso hacen cola, como dice Phyllis, la teacher, de uno solo. En la parada del bus, uno solo, con la mirada al frente, esperando sin moverse nada de nada. Y otra: a diario tomo té… con leche. Me miran raro porque le pongo azúcar. Que se jodan.