Me lo dijo Ana antes de aterrizar en esta ciudad: «Poco a poco todos los problemas imaginables de salud van a invadir tu cuerpo». Desde que el 11 de junio -una eternidad- vi el primero de los letreros en English, un suplicio. Ella fue bastante clara: «Un dedo hinchado, un ojo hinchado, un huevo hinchado…». De momento, mucha alergia y, horror, con ella los primeros problemas respiratorios de mi vida. Ha habido alguna noche de morirme; de morirme de estirar la pata, o sea. Unos pitos finos y profundos que llegaban… de mi propio pecho, toses, picor insoportable en la nariz, en los ojos, en… Ustedes imaginen, que algo tienen que hacer por su cuenta.
Eso porque vivo en el campo. En una granja, vamos. Cuando he bajado a Londres, ha ido todo un poco mejor. No se me ha hinchado nada. Por ahora. Bueno, un poco la vena del cuello. Esa que se hincha cuando has descubierto que te han tomado el pelo. Atentos: trayecto entre Victoria y Liverpool Street Station, Circle Line, 11 estaciones sin hacer transbordo, £3. Al cambio: 4.20€. El Metro. Para viajar de Liverpool Street a Colchester, £16.6. El tren. Otra pasta. El taxi, £8.70.
Uno no es que sea miserable, oye, pero es que he visto, ahora mismo, unos viajes en Easyjet a Madrid y eso tirados de precio. Por si acaso me da el bajonazo a mitad de agosto, o a mitad de la mitad de agosto, o a la mitad de la mitad de la mitad de agosto. A diario.
De hecho, paso a contar. El viernes, mientras buscaba un pino donde colgar una soga de la que balancearme yo cogido del cuello, mantuve una charla interna y me dije: te vas a Londres a pasar un rato. Cuando estaba cenando con los Wallace -mi familia- di a conocer mis planes: me voy a Londres a pasar la tarde. Ella, Phyllis, y ella, Rebeca, sonrieron y dijeron: una muy buena idea. Vamos. Yo puse el tenedor en el plato y, sin ser «rude», fui por este camino: en realidad es que voy a ver a una amiga (Ana) porque es el cumple de su hija (Victoria) y quiero estar solo. Conmigo mismo. Una sonrisa y la misma respuesta: buena idea, vamos.
Fue de esa manera como a las 12.00PM me vi en la parte trasera del coche de Phyllis camino a Londres, mientras yo pensaba en mi no-viaje en tren. Cuando llegamos a la City tuve la feliz idea de pedir que me dejaran en cualquier sitio. Respuesta: vamos a casa a Mum. Mum no se encuentra, porque ahora -desde mayo a septiembre- vive en una caravana -acaba de cumplir 92- junto al «seaside». Pero es que yo quiero… Vamos a casa de Mum. La sonrisa nunca falta.
Casa de Mum. 13.30PM. En Waterloo. Junto al Old Vic Theatre. Moqueta hasta en la cocina. Lo he visto con mis propios ojos. Subimos. Bajamos. Caminamos. De acuerdo, me voy a coger el Metro… No, vamos andando, que estamos muy cerca. Me intrigaba saber lo que les pasaba por la cabeza. Hasta que no tuve dudas: estaban dispuestas a venir a la party conmigo. De golpe, sudores, mareos, casi convulsiones… Yo quiero estar solo. A lo mejor no me he explicado bien.
Busco un regalo para Victoria. Me sugieren cosas todas tirando a horrorosas. No, yo quiero un cuento. Me miran como si fuera marciano. Me hacen ir a una tienda a ver ropita llena de brillantes, me exigen que compre una Thank you note y les digo que ni hablar, que eso no se estila en mi country y que paso.
Al final, en una esquina, cuando ya pensaba las palabras que le iba a decir a Ana, tuve la fuerza de decir: mirad, no creo que haya sido claro, pero que quiero estar solo, joder. Con una sonrisa, se despidieron. Eran las 16.00PM y esa jornada de libertad acababa de empezar. Supe que en mi cara el gesto era otro.
Quizás sabían lo de la soga y no querían dejarte solo, que luego lo del cadaver, la repratiación y el seguro es un lío.