Música

Escucho en algún sitio que la música es alimento para el alma. Creo que en el telediario. Puede que por eso yo esté gordo. Se lo diré a mi endocrino.

Me acerco a una maceta y arranco un ailanto que había salido de mala hierba.

Hoy he visto otra estrella fugaz. Puedo asegurar que esta vez no era mosquito. «Oye ¿qué hay de lo mío?»

He encontrado la tela de la cortina pero no los ganchitos para colgarla. En Pontejos,

Madrid hervía. Poco a poco estáis volviendo todos, malditos.

Me acuerdo del barco de Miguel. Me columpio en la hamaca. Me acuerdo del tesón de Figueras. Las salpicaduras de sidrina en el bar. Evoco, henchido el corazón de poesía, los muslos mojados de las bañistas. Eh, sólo poesía. Me temo que no habrá más muslos mojados hasta el 2007.

La M30 está llena de sombrillas, cada una con su negrito chaleco amarilllo debajo.

Se me van sedimentando las malas leches a medida que pienso que no todas ellas fueron malas, que yo fui tonto. Que yo fui malo también cuando me tocó. Que ellas fueron tontas también en algún momento. Me estalla el «ellas» y se me convierte en muchas «ella». Mejor. En vez de sindicato del crimen vuelvo a tener agenda.

De los deseos que le pedí al mosquito se me cumplió el de la sartén antiadherente. Me hice unos huevos con puntilla para estrenarla.

Si no lo entiendes todo, no te desanimes, yo tampoco lo entiendo y sigo.

Si la vida es tan poco ordenada por qué habría de serlo yo.

Y estoy completamente de acuerdo
con el pedante ése del telediario:
la música es alimento para el alma.

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1 comentario sobre “Música

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