A mi no me dan pena los que están tristes. Porque están vivos. Me dan mucha más pena los indolentes y los sosos resosos de nacimiento. Más pena me dan los solos. Porque en la tristeza -en la que se escribe, en la que se canta, en la que se bebe o en la que se llora- hay algo de viejo amigo, de camarada. Hay algo de impostura y de mascarada hasta en la más triste de las tristezas.
No exagero si digo que a veces estoy muy, pero que muy feliz con mi tristeza, nos enrollamos y me la acabo llevando a la cama como a una amante discreta. ¿Qué habría sido de los fados, de las rancheras, de los tangos, de las coplas. Qué habría sido de Beethoven o del Quijote sin la tristeza? ¡Cuántos géneros musicales -y literarios- habría matado con su muerte la tristeza! Esta milonga le cuento mientras le desabrocho la ropa y le voy sacando goloso algunas letras.
Cenicienta, gracias, a mí también me encanta verte por aquí. Anima mucho.
la tristeza puede enviciar. Mano ¿no te referirás a la melancolía?. Esa es la que inspira,¿o no?
Un día un hombre sabio me dijo que había gente a la que le subencionaban la tristeza. La melancolía no busca becas, es más íntima, más profunda.
(hola Cuantró, me gusta leerte)
Tienes toda la razón Cuantró, está feo que la tristeza se haga un vicio.
Pero no es bueno que la tristeza se convierta en vicio.