Yo, cuando no puedo dormir, aprovecho para asistir a conferencias, convierto así el insomnio en formación continua. Voy a la universidad TED, que está abierta a todas horas.
Seguro que esta charla TED está subtitulada en Español en unas semanas (pido perdón a los que no hablen inglés), pero no he podido aguantarme las ganas de ponerla hoy mismo, la vi por primera vez anoche, en uno de esos insomnios tan rentables.
«!Búscate un trabajo!» le decían a Amanda Palmer cuando iba de artista callejera.
Hacer arte en la calle siempre me ha parecido la forma más pura de la relación del artista con el público. La libertad del espectador es absoluta, si no le atrae ni siquiera se para, si no le gusta no paga, se puede abandonar el espectáculo en cualquier instante del mismo, sin que nadie te diga nada.
Podría parecer a priori que estar tan a expensas del espectador generaría expresiones amaneradas, «comerciales», blandengues, en cambio pasa justo lo contrario, en la calle he visto las propuestas artísticas más libres. Parece ser que el yugo del «dueño del teatro» o del «que reparte la subvención» es más pesado que la monedita del viandante.
Porque si el espectador es libre de quedarse o irse, de pagar o no, el artista es libre de empezar cuando quiera, interpretar lo que quiera y largarse cuando le apetezca. No hay duda: sobre esa libertad y ese mutuo respeto se construyen experiencias artísticas increibles. He sido durante muchos años espectador compulsivo y puedo asegurar que la calidad creativa de los espectáculos no guarda ninguna relación con el recinto en el que se programe (no hablo de la calidad técnica). El porcentaje de fiascos y de orgasmos que he disfrutado es muy similar en las salas alternativas, los auditorios nacionales, los centros culturales, los teatros de la ópera, los estadios… o la pura calle. Pero la relación calidad precio, no tiene nada que ver, claro.
En esta charla, Amanda Palmer, propone llevar ese espíritu de la calle a todas las actuaciones, que ya está bien de intermediarios, que estamos en condiciones de acortar la distancia entre el artista y su público. Los ingresos que genere la obra no deben ser una imposición de la industria, de las leyes, o de lo que sea sino fruto de la relación libre entre esas dos partes. Los espectadores han demostrado ser mucho más generosos que la mayoría de los agentes de la industria. Y dice que ese modelo de negocio, qué mal me suena esta palabra, no lo puedo evitar, o esa forma de «tener un trabajo» como yo prefiero llamarlo es sana y es justa.
Perversa ha sido siempre un pionero del crowdsourcing como se llama ahora, todos nuestros trabajos han contado con soporte financiero y, más importante aún, de trabajo de nuestros fans (les llamo fans pero de fans tienen poco, fan viene de fanático) son más bien supporters, los que apoyan. Entran y salen de Perversa cuando les apetece, aportan lo que les parece razonable, reciben a cambio canciones, conciertos, y otros mimos. Y esto ha sido suficiente para que Perversa siga viva 20 años después, tenga 5 CDs y un montón de vídeos y de actuaciones.
A mí también me han dicho que por qué no me buscaba un trabajo como Dios manda.
Creo que tener un trabajo como Dios manda está muy bien, es muy legítimo y muy respetable, pero los que tenemos esta avería en el cerebro que nos empuja a inventarnos cosas y compartirlas, es también legítimo y respetable que tengamos espacios donde poder desarrollar esa pulsión, con la venia de nuestro público, claro.
¿Y qué os parecen las cejas de Amanda?
Detecto alusiones elípticas y no me resisto a contestar.
Si canto en un teatro soy maniático con el color de las butacas y si toco al lado del mar exijo que las olas rompan al compás. Pero eso es porque soy maniático de nacimiento.
No entro a discutir la capacidad masculina de impostar orgasmos, porque el programa sólo permite 100 líneas de comentario.
He mirado en el diccionario etimológico y reconozco el error: fan procede en realidad del latín flan, flanis postre elaborado con leche y huevos, y ha perdido la l por evaporación (según algunos autores por deglución)
El vídeo estará traducido en breve, están en ello. 🙂
Pues yo tengo un amigo que es muy muy pero que muy tiquismiquis con la altura del escenario, el color del suelo, la forma de las butacas, y hasta la música que ponen de ambiente en los sitios en los que le gustaría actuar; aunque luego opina que si el espectáculo es bueno, da igual donde se ofrezca. Pero yo le quiero igual, porque por alguna extraña razón que no comprendo ni falta que me hace, me molan las personas contradictorias.
Respecto a lo de los fiascos y los orgasmos prefiero no opinar porque, entre otras cosas, fingir lo segundo es un superpoder que solo tenemos las mujeres; así que me temo que no sería un indicador fiable de haber disfrutado la función. Yo soy mucho más rara y si la música me emociona suelo reír o llorar, incluso a veces al mismo tiempo, porque en esto de las emociones es mucho más complicado fingir.
A mí me gusta ser fan. (¿De «fanático», seguro?).
P.D. No he escuchado el vídeo porque mi inglés no es tan excelso y además no tengo insomnio. Esperaré a que lo subtitulen, o mejor: ¡esperaré a que un artista peninsular grabe su propia versión!