Todos hemos llegado a clase de matemáticas, alguna vez, con los deberes sin hacer. Y calculando la probabilidad de que nos sacaran a la pizarra y hemos redondeado ese número entre 0 y 1 quitándole los decimales. Una manera muy optimista de redondear.
Todos hemos levantado la alfombra, alguna vez, y hemos escondido debajo el polvo de la escoba. Albergando la poco sensata esperanza de que ella se encargaría de hacer desaparecer esas pelusas. El que esté libre de pecado que tire la primera escoba.
Conozco gente que juega a la lotería, a menudo, y piensa que le va a tocar, que la bola le va a elegir justo a él, que las 7 bolas, una detrás de otra, le van a elegir a él. Pero la probabilidad de que las bolas o la alfombra cumplan nuestros deseos es muy muy similar. Y muy muy similar también al cero que redondeamos el día que no llevamos los deberes.
A esos, a los de la lotería, yo les quiero lo mismo que si fuesen sensatos.
Pero me fastidia un poco que llamen ingenuo por pedirle deseos a las estrellas fugaces.
Tus deseos serán concedidos.