No sé sacarle historias a la nada.
Cuando pasan dos días sin un versito, una cancioncilla o unos garabatos en el cuaderno pienso: para, tronco, se te está escapando algo. Mi habitación me aburre. La rutina me aplasta.
Ayer fui a la compra y me traje cuatro Bios de frutas del bosque, dos botes de aceitunas sin hueso con sabor a anchoa, un filete de salmón, pasta rellena Buitoni y una botella de ron Cacique. Esquivé como pude los donuts con chocolate —eran las ocho y media de la tarde, ya me vale siquiera planteármelo—. Ah, y un melón. Me gusta el melón.
En la cola de la caja había, detrás de mí, una mujer sola. llevaba un maquillaje tan excesivo que era difícil adivinar si debajo conservaba cara. Era un maquillaje rígido e incorruptible que blindaba a la señora en cuestión contra el paso de los años, pero también contra el paso de las personas, la radiación ultravioleta e incluso contra el paso de sus propios gestos. Era la cara de una geisa despedida sin indemnización. Más que maquillarse parecía que se había alilcatado la cara. Trató con altanería y malas fromas a la cajera gordita del piercing, que es mi favorita porque ya no me pregunta si tengo tarjeta de fidelidad. Miré su compra: llevaba doce tarrinas de comida para gatos y una sopa de sobre. Debía ser por eso.
Si no escribo no vivo; me temo.
¿Qué es a7manos? La imagen es de José Manuel Cordo
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Gracias, Orti, por los ánimos y los piropos. Aquí seguimos!!
Disfruto tanto cuando te leo…
Muy bien Osquitar, cojonudo. Me gusta lo ocurrente que eres, lo observador, lo perspicaz lo…
Por favor, no desfallezcas, necesitamos seguir leyéndote.
*Me encanta la foto.
Escribes porque vives
Amigo Félix… cuando llegues al cielo.