– ¿Has besado alguna vez a un conductor de autobús? le pregunté.
– ¿En marcha?.
– ¿Has dormido alguna vez en un parque?
– De bomberos.
Se rió como quien se zambulle en una piscina. Con desparpajo. Sin bañador. Y yo me quedé mirándola, ya en silencio, dejándome empapar por la lluvia de su risa. Acabó llevándose la mano a la boca, por un acceso de pudor o para velar la infinita atracción que provocaba su boca.
-Sabes que te estuve esperando ¿verdad?
. No era a mí, era a esta otra.