Supongo que si a un padre fontanero su hijo de 8 años le pide una llave grifa, éste se emociona y corre a comprársela, se la envuelve en papel de regalo y se la pone debajo de la almohada.
Lo mismo si a un padre químico su hija le pide una bureta, o un par de moléculas (no colocar buretas debajo de la almohada).
Pues a mí, que soy -más o menos- músico, mi hijita me pidió ir a un concierto, y me faltó tiempo para conseguir las entradas.
Ella ha estado más veces en conciertos ¡tiene 8 añazos! pero eran conciertos en teatros o auditorios, conciertos a los que yo la llevaba. No, éste lo había elegido ella, era en plaza de toros y era un concierto de saltar, de gritar y de mover las pancartas: Erreway.
A aquellos de vosotros que no os suene, os diré que Erreway (o Rebelde Way) es una serie de tv argentina que está arrasando en España. Las tramas giran en torno a un grupo de adolescentes en un internado pijo y sus cataclismos hormonales. Básicamente. Algo por completo insufrible para cualquiera que haya superado el acné. Yo he visto algunos capítulos (me gusta saber con qué se chuta mi hija) y la cosa va de enamorarse, de llorar, de pelearse, de estudiar poco, de mis padres no me entienden, de y a mí tampoco, de ser muy guapos y muy guays todos; en el momento álgido algún beso… A mí me parece edadelpavo total, y no consigo conectar, pero a ella la tiene enganchada.
En la serie hay mucha música, natural, de todos es sabido que a muchos adolescentes después del primer vello les sale una guitarra eléctrica: otro sarpullido benigno. Letras tipo Pecos envueltas en sonidos de rock argentino. Pues los 4 actores pricipales de la serie, cantando la sintonía y otras delicatessen han montado esta gira que los españoles (aunque no os deis cuenta) estábamos pidiendo a gritos.
Y allí nos plantamos mi niña y yo. Alguno quizá desconfíe de mi talante en esos momentos. Despejen sus dudas señores: yo si no quiero ir a un espectáculo no voy, pero lo que no hago es ir y luego pasarme dos horas renegando. Si voy, voy con todas las consecuencias, y me empatizo y me emulsiono en el tinglado. Así fue.
Nos bajamos del coche: «hija mía, no te pierdas nada. Esto que vas a ver es tu primer concierto». El 95 por ciento eran hembras, y el 95 por ciento de ese 95 por ciento eran hembras de menos de 18 años. Es decir que el modelo predominante eran niñas en pandilla o niñas en pandilla con madre representando a la autoridad. Éramos franca minoría los padres condescendientes y comprensivos, conté unos diez.
Había entradas caras que correspondían con la arena y entradas más caras que correpondían con el tendido. Como ella es bajita y menuda para meterse en el mogollón compré de las más caras. Allí nos sentamos y aquello, más o menos a la hora, empezó. Pantallas gigantes a los lados, cinco buenos músicos, cegadoras, focos móviles, humo… no faltaba de nada encima del escenario. Gritos, más gritos, más gritos, saltos, algún desmayo… no faltaba nada tampoco en el patio.
Yo bailé, me ondeé siguiendo el ritmo, coreé lo que me sabía y aplaudí a rabiar entre canción y canción. No tanto por que el espectáculo me emocionara como para mostrarle a mi hija cómo comportarse en este tipo de eventos. Cada sitio tiene sus reglas, y hay que seguirlas. Ir a un concierto y no moverse es tan de mal gusto como hacer spinning con corbata y gemelos o saludar al Rey en una audiencia con un futbolístico Oe, oe, oe, oe. Las madres que tenía al lado, una de ellas con dos piernas infinitas y unas medias de cristal que llegaban donde mi mirada no, me miraban con cara de a éste qué le pasa. Pero la de las piernas normales, se dejó contagiar, se fue animando y me pidió en un momento dado los prismáticos pronunciando todas las eses.
El cantante se quitó la camiseta en el segundo estribillo de la penúltima canción antes del bis, y la arrojó a la muchedumbre femenina. Ésta -la muchedumbre- lo agradeció con aullidos ostentosos y alguna secreción discreta.
-¡Qué asco! -dijo C.– debe estar empapada de sudor. Papá ¿gritan por el asco, verdad?
-No estoy seguro, pero creo que no, hija.
-¿Se la devuelven al final?
-…
Como he dicho no faltó de nada. En vez de mechero, en las lentas, el público (la pública) agitaba los móviles con las pantallitas encendidas. Digo yo que es más seguro, pero también menos práctico a la hora de calentar la china.
Pero no hacía falta calentar nada, ya que no se veía ningún ambiente de drogas, ni de alcohol… ¿rock and roll? Con sacarina ¿Sexo? sexo Coríntellado, impúber y sublimado… pero cómo gritaban las malditas.
Al salir, había una gran cola de padres-chófer a la puerta. Esperando a niñas mayores que habían ido solas y a pandillas con madre monitora.
Hacía un frío de narices.
No nos compramos la camiseta oficial del tour.
-¿Te ha gustado?
-Sí, mucho
Pongo una equis en la casilla, rito iniciático superado.
Mi bichito se hace mayor y yo la miro.
Luego se hará mayor a mis espaldas.
Todo ocurre muy deprisa.
L o disfruto.
Yo en mi primer concierto, me hice mayor.
En el último tampoco.
…
Totalmente de acuerdo. Está hecho un PADRAZO. Es el primo que siempre he deseado y que siempre tuve. Gracias O.
Y yo no os cuento cuál fue mi primer concierto porque en este caso da igual Iguazú, los padres de Iguazú y sinnombre.Lo más bonito de la Mano que Toca es que un PADRAZO.Es el Padre que siempre he deseado y como nunca lo tuve le confié mi niña. Gracias.
Mi primer concierto fueron los ramones (pero los de algete). A destiempo, como en todo.
¡A tu cuarto. Te has quedado sin cena y sin salir el próximo fin de semana!
Yo tenía 13 ó 14 años cuando fui a mi primer concierto. En vez de mis padres, me acompañaron los más malos de mi clase. Fue en el Pabellón Deportivo del Real Madrid y el grupo se llamaba Ramones.
Mis padres todavían creen que fui al cine a ver Regreso al Futuro.