Dados una persona p y un momento de tiempo t determinados, la Función de Ravioli F(p,t) indica el tiempo, expresado en días, que pasa entre que p se da cuenta de que algo no funciona y toma una decisión para arreglarlo.
La historia de esta función matemática tan poco conocida tiene su intríngulis. Ravioli era un piloto de origen italiano que vivió un romance con una pasajera. Sucedió de la siguiente manera: Él estaba esperando un taxi a la salida del aeropuerto de Bucarest. Un taxi que nunca llegaba, pero que no se resignaba a perder. Ella también esperaba, detrás de él en la cola, así que sus probabilidades habían de ser necesariamente menores. Ella se impacientaba y le propuso coger el autobús. A lo largo del trayecto surgió entre ambos una atracción muy intensa. Ravioli, la pasajera, o ambos podían haberla abortado, pero no lo hicieron. Por eso entraron juntos en el hotel de ella y allí pasaron unos días (en concreto 5) de algo que según ciertos parámetros podría denominarse amor y según otros simple desenfreno. Y al regresar a Italia él reanudó su vida cotidiana como si nada hubiera pasado. La pasajera, cansada de esperar al vencimiento de las consabidas promesas lo llamó por teléfono y Ravioli le dijo que sí, que claro, que estaba enamorado de ella, la pasajera, o algo que se le parecía, pero que no podía dejar a su esposa, porque quizá también estaba enamorado de ella, de su esposa, o algo que se le parecía, o que no sabía, bueno vale pero es mucho lío. Así que ella, la pasajera, cuando colgó el teléfono soltó unas lagrimitas y se propuso hacer lo que cualquiera en su situación: matarlo. Normal.
Habían pasado exactamente 30 días desde que se separaron.
Eureca!!!Ya entiendo por qué no me gustan los Ravioli. Si llego con mucho apetito a casa y eso me espera de cenar, se me crispan los nervios y un instinto no «muy santo» se apodera de mí. Suerte que a esa hora ya no está la cocinera y…presintiendo mi desequilibrio emocional ante esas «pastas», deja los cuchillos bajo llave.Eso de ra-violi…me suena a «rayar en la violencia».
DCG
Chile
Yo también quise matarle.
A besos.