El dilema de la cerilla

El amor es como una cerilla.

Todos sabemos para nuestros adentros cómo es una cerilla.

Hay gente que, ante el miedo de perderla, intenta conservarla toda la vida sin encenderla.

Puede guardarla en una caja fuerte, se conservará intacta.

O puede llevarla en un bolsillo y acariciarla de vez en cuando «mira, tengo una cerilla».

Pero de manosearla se humedece, se dobla… y cuando al final lo intentan, o no prende o lo hace rácanamente (permitidme «rácanamente», aunque no venga en el diccionario).

Hay gente, más impaciente o más voraz, que la enciende y se ilumina y se calienta… pero, claro, dura poco. Por otro lado… para eso es una cerilla, digo yo.

Todos, pero todos todos todos, querrían que la cerilla fuera vela, u hoguera. Pero lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

¡¡Ay que ver, los malabarismos que hace la gente para que dure o luzca más!! Muchos, de tanto apurar, se queman.

El amor es una cerilla.

O varias.

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4 comentarios sobre “El dilema de la cerilla

  1. El principio de encendido es el de añadir energía para generar una controlada reacción de oxidación-reducción y prender un combustible

  2. Lo importante es que se haga con la cerilla, se puede encender y quedarte mirando como un soso, se puede soplar porque te da miedo que te queme, o puedes encender con ella una hoguera… o varias (creo que esto se llama ser un cabrón)

    De todas formas que hubiera pasado si el que encendió la primera cerilla no nos hubiera transmitido la existencia del fuego?????

  3. ¡ Quién no recuerda el juego de la cerilla !…

    Algunas veces que se apague es el principio de un gran amor..

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