Tú plantas cosas, y crecen.
Suena asombroso pero es así, te lo juro.
Te va mejor si le añades conocimiento, o en su defecto, cariño.
Pero aunque seas un ignorante y un descuidado, aunque eches el agua al tuntún, el sol y ellas mismas obrarán el milagro.
No todo es prodigio: puede que tus hortalizas sean tan sabrosas que todos los bichos del mundo se congreguen a devorarlas. Tranquilo, que no cunda el pánico. Los pulgones y las hormigas son criaturas como nosotros ¿no? Piensa que te estarán, a su manera poco elocuente, eternamente agradecidos por las ofrendas. La prueba es que al año que viene volverán con albricias, y se traerán algunos amigos, no hay que alterarse, hay para todos.
Agua y sol y estiércol, y la clorofila hará el resto.
Tienes que reconocerme que es alucinante, un auténtico prodigio.
A veces, rodeado de estas maravillas se me exalta el ánimo, me chisporrotea el corazón de dicha, y estoy tentado de hundir mis rodillas desnudas en la tierra y elevar un canto de agradecimiento a la Madre Naturaleza. A veces el éxtasis por tanta belleza fulgurante me hacen levitar, tener orgasmos, ascender a la gloria… casi. Son la criminal azada y su primo el dolor de riñones los que me sujetan los pies en la tierra.
Por eso he llegado a la conclusión de que las lumbares, sobre todo la L4 y la L5 son la parte menos místca de mi.