Uno, que es pijo re-pijo, saca el pie a la calle y ya se pone en Portobello Road. El centrito mismo del mismísimo Notting Hill. Aquí ha habido puente. Lunes festivo. Olé. Y Carnaval en el barrio. La primera conclusión es evidente: qué paletos somos. Nos hablan del carnaval de Notting Hill y nos imaginamos a la maferson o la shifer en tanga y de lo más glamuroso. Pues no.
La calle, sí, huele a frito del peor, a salchicas grasientas, a hamburguesas y está todo, pero todo, lleno de mugre. El suelo es un basurero y la pasma no hace más que detener gente que va pasada de vueltas.
Lo mejor es eso de lo que los ingleses se sienten tan orgullosos -se sienten orgullosos de todo, pero de esto más- que es el multiculturalismo. A saber: negros africanos, negros jamaicanos, negros dominicanos, mulatos africanos, mulatos jamaicanos, mulatos dominicanos… y blancos inglesitos que los miran, se juntan un poco con ellos y ya está ¡qué multiculturales somos! Ahora, que luego no se acerquen, tronco, que ya no es Carnaval. Cómo no, hay españoles. Son los que están detrás de una cámara y dicen ¡qué pasada, tío!
No quiero ser de esos extranjeros que hacen patria y cuando salen a la esquina lo critican todo. De eso nada. Me gusta Londres. Deberíamos aprender muchas cosas de los ingleses. Oye, qué ordenado tienen todo, cómo cuidan las cosas, qué partido le sacan a sus emblemas nacionales -buzones, autobuses de dos pisos, sombreros de policías, pintas de cerveza…-, qué forma tan digna de mojarse en esos chaparrones que te caen encima sin avisar ni nada.
Londres es una ciudad perfecta para: solteros/as, jóvenes/as, ricos/as. Es una ciudad de mierda para clases… medias. Capuccino (bueno), tres libras. Metro, tres libras. Melocotón (uno solo), una libra… Mola, es chic, el río es un río, y la gente, a veces, habla inglés.
A veces. El otro día vino un señor a limpiar la casa -lo mandó el casero porque el piso no estabab muy limpio- y le contó a N. que su mujer -brasileña- no había aprendido una sola palabra de inglés en seis meses pero que, por el contrario, ya hablaba un perfectísimo español.
En fin. ¡Qué ciudad!
¡¡Anda!!! Es cierto, y yo sin hablar de la fiesta…
¿Cuándo es?
¡20.000!
¡No me había fijado!
Enhorabuena.
No me resisto a celebrar las dos manos en las 20000. Me gustan los números, y lo que escribís.