C. está en su cuarto, al final del pasillo. Ya hemos vuelto a las rutinas del curso y eso implica cenar pronto y a la cama. Pero todavía no tenemos el ritmo, por eso le cuesta dormirse y, por las mañanas, levantarse.
«Si no te puedes dormir: lee«.
Entonces la escucho, lee en voz alta. Lo ha hecho así desde que aprendió. Me gusta oír la música de su voz resonando en esta casa. No puedo evitar pensar que algún día, más cercano de lo que deseo, sólo la escucharé hablar por teléfono con amigos. Luego se irá. Para eso la preparo. Para eso me preparo.
Mientras, disfruto de sus ocurrencias, sus carantoñas, su olor… y de su voz cuando lee.
¡Qué suerte C!…¡alguien te ha descubierto el mundo detrás de las palabras escritas!.
Quizás pronto dejes de hacerlo en voz alta…¡pero ya nunca dejarás de leer!