Hoy he estado en un juicio. Como acusado. El primero de mi vida. 40 años sin sentarme en el banquillo es todo un mérito para un outsider como yo. Y me hace reflexionar si seré más outsider o más hermanita de la caridad. Bueno, puede que sea outsider, pero discreto: a las pruebas me remito.
Tenía nervios. Y me repetía a mí mismo: «es como el escenario, es un teatro, lo mismo, y eso lo controlas». No servía de mucho. Pero la actriz que hacía de abogada de la parte demandante era floja. La parte demandante no se sabía bien el papel, una chica de treinta y tantos acompañada por su padre. Así que no se ha notado que era mi primera vez.
La jueza iba muy sexy. Yo nunca me habría imaginado una jueza sexy. Con su rubio de bote, sus pantalones negros de raso muy ceñidos, su collar de estos de cuentas gigantes que se llevan ahora (y que están haciendo las delicias de los fisioterapeutas) No está tan mal la justicia de este país, me he dicho a mí mismo en primera instancia. Aire socarrón.
Me habría gustado estar en el banquillo por reventar la caja fuerte del Bank of England, o por aparecer desnudo en el discurso del Rey del Día de las Fuerzas Armadas, o por plagiarle a los Beatles el Yesterday, pero ha sido por una tontería, una pequeña colisión en una rotonda de Móstoles con un Ford Fiesta de 2001 que tenía seguro a terceros.
Cero en glamour. Una birria de juicio. Si yo soy la jueza; ni rubio de bote, ni pantalones ceñidos ni collar fashion, y pido ¡¡que me traigan un Roldán, un Conde, un Dioni, o algo!!
Pues ya tuviste tu primera vez…(colisión, digo). Todos los ritos iniciáticos producen «nervios» y consecuencias placenteras después. O no?. Te absolvieron?…o tuviste que pagar un Ford Fiesta 2001 como si fuera un Bugatti Veyron?