Las migas sobre el mantel.
Las estrellas ahí arriba.
Los lunares en tu espalda.
Han llegado las noches suaves de verano, con esa cadencia que tanto me gusta.
Se han caído unas cuantas notas del piano. Unas corcheas de la escala de Si bemol. Cojo la escoba. Las recojo.
¿Qué leyes extrañas rigen nuestros ritmos? Los de los humanos. Los de los bichos en general. Es fácil ver las pautas en una partitura pero ¿y nosotros?
Se ha acurrucado C. conmigo en la hamaca después de cenar. Como un cachorrillo ya muy grande. Mientras, bajaba despacio el último telón de la tarde.
Hemos visto perseguirse a las golondrinas en un baile frenético (también a otros pájaros de otros tamaños que para no arriesgarme a hacer el ridículo ornitológico denominaré también «golondrinas») ¡Qué velocidad! parece que en vez de mendrugos de pan en los parques las abuelitas hubieran repartido hoy anfetaminas.
Las golondrinas vuelan eufóricas al ponerse el sol y al salir. Doy fe de lo del atardecer, lo del alba me lo han contado.
Al crepúsculo lo hacen en una celebración a lo carpe diem, a saco, por si se acaba todo, por si el apagón es definitivo. Se comen los últimos minutos de la tarde a dos carrillos, lo viven a tope: cantan, se aparean y sobrepasan todos los límites de velocidad prescritos en el cielo de Madrid.
Por la mañana lo hacen por otras razones: para celebrar que empieza todo de nuevo, que el apagón había sido una broma, que el Sol es un bromista que juega al escondite. Y otra vez a cantar, a aparearse y a volar a lo kamikaze.
El resto del día es un trámite, un aburrimiento para las golondrinas.
Me he bebido los últimos años apurando cada ocaso como si fuese el último y haciendo una fiesta cada vez que salía el sol. Como hacen ellas. No lo ponía en mi partitura, fue todo fruto de la improvisación.
Y de un tiempo a esta parte me siento como esperando la cola para una ventanilla, rellenando formularios llenos de cajitas con datos redundantes. La burocracia se parece mucho al «Rivilla, copie usted en su cuaderno 100 veces No se habla en clase» O quizá son multas por exceso de velocidad, de esas que acumulan en sus buzones las golondrinas, o impuestos atrasados. Relleno los papeles con primor y buena letra sin hacerme preguntas, como un niño bueno.
Será que este capítulo toca trámites.