Cuentan que los griegos ofrendaban betabeles a su Dios del Sol, Helios.
Es razonable pensar que a otros dioses del Sol de otras latitudes también les gustarán los betabeles, así que contentar al Dios del Sol, y que nos tenga en su red de contactos, puede ser una de las razones de peso para sembrar betabeles en nuestro MetroHuerto. Quién sabe, incluso puede llegar a hacerse amigo nuestro en Facebook.
Pero no hace falta que donemos todos los betabeles a la deidad, podemos consumir unos pocos nosotros mismos, ya que están comprobadas sus cualidades para controlar la hipertensión, por ejemplo.
El jugo de los betabeles suele provocar el curioso efecto de colorear de rosa la orina. Si bien este fenómeno carece a priori de utliidad alguna, hay que reconocer que pueden ser grandes el regocijo y la sorpresa que al consumidor de betabeles obtiene de un acto tan rutinario y anodino como vaciar la vejiga: «Anda, mirá que pipí tan chic»
Tanto si quiere congraciarse con las deidades, atajar su hipertensión o complacerse con una meadita original, el betabel, amigo de MetroHuerto, es su tubérculo.