Sólo de recordarla ya me sale una sonrisa, un entusiasmo, un fervor, unas ganas de aplaudir.
¡Bravo, bravissimo!
Llevaba siempre un foco encima, podía mirarla y escucharla durante horas sin aburrirme.
Dormida era una ninfa, una diosa griega del teatro, de la agricultura, del amor, una estrella de Hollywood… me froto los ojos, ¡cómo pudo tocarme a mí!
Tenía más sonrisas que un muro de Facebook. Siempre estaba impecable. Las cámaras la adoraban, daba igual que fueran de vídeo o de fotos, analógicas o digitales.
Me hacían gracia todos sus chistes, me asolaban todas sus lágrimas, me arrebataban sus contoneos… en varias ocasiones le dije que estaba dispuesto a comprar todas sus entradas. Tú la conociste, aquella vez que quedamos a cenar y habló sin parar, Luis no podía dejar de desnudarla con la mirada, todos nos emocionamos con sus anécdotas. A ratos resultaba tan verosimil…
Dos años duró nuestra relación y una semana era Medea, otra la Gata sobre el Tejado de Zinc Caliente, si estábamos en su casa era Bernarda Alba, si salíamos una noche de verano, Titania… yo le regalaba flores un día y otro bombones. —Me voy de vacaciones con mi amiga Thelma. En coche, claro. —¿Dónde ireis? —pregunté. —A Roma, por supuesto.
Cometí un gran error, ahora me doy cuenta, el día que le dije que ya no quería ser sólo espectador. Que quería subir al escenario con ella.
Puntos suspensivos…
Guardó silencio unos instantes. Algo chirrió dentro de ella como si una pieza estuviera mal engrasada y se hubiera salido de su eje. —No pasa nada, ¡claro que sí! Tú eres un tipo increible también —sonrió.
A partir de entonces empezó a recorrer todas los registros de las princesas de Disney. Mi devoción no me permitía apreciarlo en aquel tiempo pero ahora juraría que sobreactuaba un poco. Hizo primero la Bella Durmiente, y a mí me tocó hacer de tres enanitos (alguien haría de príncipe despertador, me temo), luego Blancanieves, y me dejé un dineral recorriendo zapaterías, en cada una se llevaba un par, decía que ninguno le encajaba, luego Pocahontas, yo me frotaba las manos, por fin podría ser John Smith, pero no, me tocó hacer de tejón.
Mi orgullo se llenó de barro el día que se levantó como Bella, y en vez de asignarme la Bestia, me dijo que yo tenía muy buenas facultades para ser la Tetera.
Yo siempre había pensado que la rutina era la madre de todas las catástrofes de pareja, que el aburrimiento era el carcelero del amor, y ella hacía añicos esa regla, con ella cada día era un estreno, un taquillazo… había más glamour en uno de sus calcetines que en mi vida entera hasta que la conocí. ¿Qué falló entonces?
Por qué no podía conformarme yo con ser su rana, por qué aspiraba una y otra vez a ser el príncipe. No me supe adaptar.
Y me abandonó.
Un día llegué a casa después de trabajar y tenía las maletas listas, colocadas junto a la puerta. —Es hora de que hagas una reverencia con tu mejor sonrisa —dijo. —¿Por qué? —contesté temiéndome lo peor. Y con una risa Marlene Dietrich añadió —No te hagas el tonto, querido, sabes que está a punto de cerrarse el telón.
Me quedé más tirado que un programa de mano sobre la moqueta de la platea, se apagaron las luces de repente, murió hasta el apuntador, y yo no he vuelto a saber nada de mi amante histriónica.
Me pregunto a veces, si alguna vez existió.
Tengo que decir para las almas susceptibles que todas mis amantes esdrújulas son reversibles. Se pueden convertir en amantes esdrújulos sin mucho problema. No vaya a tener una reclamación por sexista. jajaja
¿O sea que sí que existió, que no es poco frecuente?
Me encanta y mmmmm me veo un poco retratada, cuando era joven por supuesto. Es bastante real me temo