Esta tarde el cielo de Madrid es vehemente. apasionado.
Está lleno de nubes que se persiguen unas a otras.
La tormenta ha borrado el verano de golpe, llenando los cristales de gotitas.
Miro esas carreras de nubes a través de los cristales caleidoscópicos de mi ventana. Y, de repente, la piel de la realidad tiene una cualidad dulce, parecida a la de los sueños.
Sueños. Sí, sueños, ya sabes.
Hay gente sin sueños, según me han dicho.
Vaya, qué mala suerte.