Aquella noche.
Le pedí a la primera estrella fugaz: abundancia.
A la segunda orden y armonía.
A la tercera que no tuviera que esperar mucho.
A la cuarta un toquecito amarillo, original… rizado.
Coloqué, la cámara, abrí el obturador, esperé un minuto o dos y… ¡tachán, tachán!
El cielo me regalo esta preciosa coreografía.
O…
…no me acuerdo muy bien,
quizá no fue así del todo,
quizá le ayudé yo un poco.
Al cielo, quiero decir.
Mira, ¿sabes qué?
Que si el cielo me regala: fenomenal,
y si no, ya me busco yo la vida.