Hoy prefiero que me lleven,
y así concentrarme en mirar por la ventana
de este tren de alta velocidad que es la vida.
La tuya y la mía.
Está sobrevalorado el conducir
mi amigo Mariano me dará la razón.
O quizá no.
Está inflado el manejar en este mundo raro
en el que cotizan a la baja otros verbos
como observar o escuchar.
Hoy prefiero que me lleven
y entregarme a la cadencia de las ruedas,
los postes al pasar,
contar las casas,
beber los montes,
leer los baches,
subir las cuestas.
Para qué llevar el volante si al final,
al final del camino,
siempre hay lo mismo
una puesta de sol
y luego una nada idéntica.
Nada para el pasajero,
Nada para el conductor.