Dando un paseo un domingo por la mañana me encuentro con estos dos tipos.
Ni carteles, ni voces, ni explicaciones extra, más o menos lo que ven: dos lugareños en traje de faena. El entorno es una plaza rural y abundan los turistas.
Él, me refiero al de la chaqueta de pana, vende nueces. A 5 euros el kilo. Las pesa en una romana.
El otro, el de las orejas grandes, acarrea la mercancía, guarda silencio, y lleva colgada la romana, aunque esto no se aprecia en la foto.
La escena con sus personajes satisface de una manera tan precisa mis expectativas de autenticidad que le compro, sin dudar, 2 kilos. Total 10 euros. Emocionado.
Camino a casa el escepticismo abre una pequeña fisura en mi habitual sentimiento romántico de la existencia: Todo era demasiado perfecto: el casting, el vestuario, la dramaturgia…
Casting: sin comentarios, lo pueden ver en la foto.
Vestuario: chaqueta de pana gastada, gorra rural con solera, sandalias con calcetines… ¡No es que no llevara nada de H&M, es que no llevaba una prenda que tuviera menos de 10 años! El compinche iba igual de estiloso con sus alforjas de palos sujetados con alambres.
Dramaturgia: dominio del espacio, acento de la tierra, dicción difusa, soltura en el manejo de la romana…
Ya en casa peso la bolsa de nueces y obtengo 850 gramos. Abro unas cuantas y compruebo que más o menos la mitad están perfectamente pochas. Con una operación aritmética sencilla llego a la conclusión de que he pagado las nueces a 11,76 €/kilo.
Como no soy experto en el mercado de nueces al día siguiente sondeo Mercadona y las de California, gordas y garantizadas están a 4 €/kilo.
Las de California tienen un buen logotipo, una buena campaña, expositor, azafata, carteles a la puerta de la tienda, página de Facebook, comunity manager, CEO y subvención al comercio exterior.
Me quito el sombrero ante el experto en marketing, el de la chaqueta de pana, claro, y me pregunto de cuántas pulgadas será la pantalla plana que seguro tiene en su salón.
Óscar, el que lleva el negocio no es el de la gorra.
Muy bueno.
He llorado de risa. Genial!!!
Me quito el sombrero, amigo Oscar!