–No escribes porque eres feliz -dijo ella.
–¿Tú también crees que la felicidad es la gran enemiga del artista?– contestó él.
–Es una idea trasnochada y algo decadente, pero me temo que en tu caso…
–Cuando estoy bien, no me hace falta nada más.
–Y cuando estás jodido, escribes –dijo ella— no te puedes quejar.
Qué razón tiene… ella.