En bicicleta de Costa Rica a Glorieta de Pirámides. 11.00h. Cuidado con los coches. Qué bien que sea todo cuesta abajo. Por qué me mira la chica del Mercedes SLK500 en el semáforo ¿me ve congestionado? Más congestionada está Madrid. Más congestionada estás tú.
¿Qué parte del humo de los autobuses acabará en mis pulmones? ¿Me sienta bien el casco? ¿Si me atropella un camión de San Miguel (por ejemplo) a quién avisará primero la policía? ¿Qué método seguirá para encontrar a quién notificar mi accidente? Probablemente mirarán el móvil, las últimas llamadas que he hecho. Jesusito de mi vida, eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te pido que si me atropella un camión de San Miguel no me aplaste el móvil.
En bicicleta de Glorieta de Pirámides a Costa Rica. 15.30h. Paro en el bar de la esquina de Príncipe de Vergara con Uruguay. Si quieres llámalo chato con pincho, yo prefiero denominarlo avituallamiento.
Yo voy al trabajo en bicicleta todas las mañanas. Desde que salgo de mi portal me hago a la idea de que soy invisible. No esperar a que los demás me vean es la única manera que tengo de evitar un posible accidente.
Sin embargo, se que para el frutero de la calle Huertas esquina con Echegaray, para el vigilante de la Casa Museo Lope de Vega, para la niña de las dos coletas con dos perritos de dos coletas de la Plaza de Santa Ana y para muchos otros que ya forman parte de mi paisaje cotidiano, no soy invisible. Soy El de la Bicicleta Roja.
A todos los que os deplazáis en coche todos los días, gracias por convertirme en un personaje tan importante.