Hablo con la otra mano y le cuento. Le cuento todo lo que me pasa por las cañerías del amor, de la vida, del olvido. Me escucha, suelta síes, claros, noes y otras cosas por el estilo. La otra mano y esta mano tienen experiencia en oírse, en llorarse sin lágrimas, en disfrutar de la tristeza y descubrir el futuro con ironía, risas y optimismo. Eso es lo que somos, dos manos inconscientes que gozamos de la peor de las melancolías, que rellenamos los agujeros del alma y los vacíos del estómago con futuros imperfectos y que en la madrugada fría de un mes de febrero nos bebemos la tristeza mezclada con ron del bueno.
Eso quería decir. A la otra mano. Eso quería decirle, que estamos vivos.
Mano que escribe, ¿eres tú?
Si es así que bueno leerte de nuevo.