Escribo que no me entiendo.
Últimamente.
Si no escribo tampoco me entiendo.
Canto.
Cantando no me entiendo pero tampoco lo pretendo. Canto para hacerme compañía. Porque cantando siempre acabo siendo varios. Varios, y de fiesta.
Cuando estaba contigo no era nadie. Era un trozo de ti. Y era un trozo tuyo, no es lo mismo.
Era bonito no ser nadie. Era bonito ser un trozo de alguien, cobrar sentido por cercanía, por sintonía, por empatía… Ficciones.
Es lo que tiene compartir la almohada, que, de tanto apoyar las cabezas, se acaban compartiendo las ideas, las soluciones… y los problemas. Problemas, soluciones e ideas que no pueden existir fuera de la unanimidad inapelable de la almohada, se ahogan como peces fuera de una pecera.
En aquel tiempo me entendía. O quizá, lo justo sería decir que en aquel tiempo no me preocupaba entenderme.