Pocos tubérculos aúnan en sí mismos estas dos cualidades. La primera: pertenecer a una familia de nombre inextricable, chenopodio… chenopodioi… chenopodioide… chenopodiodeae… ¡¡demonios, como se llame!!.
La segunda: haber pasado a la historia como una de las grandes victorias de Napoleón
¿Cómo se come esto? ¿La remolacha una de las grandes victorias de Napoleón? Sí, junto a la batalla de Austerlitz, la batalla de la remolacha.
Corría 1810 y el comandante Nelson tenía bloqueados los puertos franceses. Ese bloqueo impedía que llegaran a Francia los barcos cargados con el azúcar de caña del Caribe. Y sin azúcar las patisseries francesas estaban desesperadas, las boulangeries al borde del abismo. La carestía de croisants, crepes y souflés minaba la moral de los franceses.
Así que Napoleón ordenó a los científicos del imperio que se pusieran a investigar 24 horas 7 días a la semana para obtener azúcar en el propio pais sin tener que depender de las importaciones. Los científicos franceses se pusieron manos a la remolacha.
Y así fue que el 1811 le ofrecieron a Napoleón el dulce resultado de sus desvelos: dos barras de azúcar obtenido de esta chenopodio… chenopodioi… chenopodioide… chenopodiodeae… ¡¡demonios, como se llame!!. Napoleón se entusiasmó de tal manera que mandó sembrar 35.000 hectáreas y construir fábricas a troche y moche, así se las gastaba el corso. Y así consiguió ganarle a Nelson la batalla de los Betabeles, sin duda una de las victorias más dulces del emperador.
No es probable que los marinos ingleses bloqueen en los próximos meses los accesos a su supermercado habitual, pero si usted quiere tener las espaldas bien cubiertas, plante unos betabeles en su MetroHuerto, y podrá, además, prepararse unas ensaladas estupendas.