Se va acercando sigilosamente el invierno.
Esta mañana ya no apetecía ir en el coche con la ventana abierta.
Las plantas de la terraza, con las que este año me he esmerado poco, se van poniendo el pijama marrón, preparándose para la noche larga.
Confían, es muy probable, en encontrar al despertar a un tipo más dedicado, más delicado también.
Las plantas de mi terraza se parecen en eso a los lectores de este blog. En la paciencia y en la confianza.
Y en la discreción.
Pero se diferencian en el puesto que ocupa entre sus prioridades el que les echen agua por encima.
He preparado pisto para mañana. Justo después de cenar, mientras C. se daba una ducha. En verano nunca preparo nada para mañana. Otra prueba más de que se acerca el invierno. Y ese cambio vertiginoso, temerario y radical: del gazpacho al pisto.
El silencio es distinto en invierno. El bullicio también.
Las mujeres van más tapadas en invierno. Los agentes patógenos y este humilde contador están en contra de que las mujeres se tapen tanto en invierno.
Pero por distintas razones: ellos las quieren infectar, yo me conformo con mirar.
Ya, ya lo sé: este vicio mío es feo. Pero el de los patógenos es peor. ¿No crees?
Apareció en a2manos, reedición
Gracias, Carmen. Me alegra leer que te gusta.
Es verdad que es íntimo, pero te doy permiso para compartirlo (sonrisa)
Ahí fuera debe haber gente como nosotros. Alguno habrá, digo yo.
Gracias Oscar x tus palabras que en fila, ordenadas , componen un relato intimo que me emociona y me hace sonreír siempre. Un beso