En un tiempo yo tenía como ocupación Derribador de Muros a Cabezazos (DMC según sus siglas en castellano). Iba por la vida sin casco. Y no había obstáculo que se me resistiera. Bueno, algunos sí.
Compaginaba esa actividad con otra, también de riesgo, Saltador de Abismos Sin Paracaídas (también conocido como SASP).
La vida era sencilla y dulce, y consistía básicamente en arremeter contra los obstáculos que me separaban de los estupendos precipicios que eran mis sueños y una vez superados (no siempre era el caso) saltar. Saltar. Saltar. Saltar.
A día de hoy soy casi un tipo decente (lo más indecente que se puede ser) que se acerca a la estación a ver pasar los trenes.
Las palpitaciones que me asaltan cuando las puertas se abren pronto serán capaces de mover mis piernas. Y subiré. Sin maleta, sin billete y sin rumbo.
Sin casco y sin paracaídas.
Me lo noto.
Me gusta lo de XXL se ve un oficio grandote.
“Golpearse la cabeza contra la pared quema 150 calorías por hora”.
Me llegó ayer en un divertido y curioso PPS, de esos con informaciones tan útiles como que el músculo del cuerpo humano mas resistente es la lengua, los osos polares son zurdos, o que si gritas durante 8 años, 7 meses y 6 días puedes producir suficiente energía calorífica como para calentar un café.
Lo que no explica es como lo han averiguado, sobre todo lo de la cabeza.
¿Algún DMC aventajado?