Hace 9 años se compró un piloto trasero para la bici. De esos modernos de LEDs.
Rojo.
Sólo tenía un botón. Ese botón servía para encenderlo, cambiar de posición fija a intermitente, y apagarlo. No lo compró para usarlo en la bici. Lo compró para decir te quiero.
Supongo que pensarán que es más fácil decirlo de palabra, con una carta, o con flores o con un anillo. Sí, creo que sí, pero a él le salió hacerlo con un piloto trasero de bicicleta. Les explicaré cómo. Era de noche, verano, igual que ahora. Se encontró con la chica menuda y pelirroja. Él tenía una mano dentro de la camiseta, más o menos a la altura del corazón. Se notaba que escondía algo. La miraba fijamente a los ojos. Aproximadamente quince segundos antes de derretirse apretó el botón y la luz roja empezó a parpadear a través de la camiseta. Ella se rió. Y entendió que estaba escuchándole te quiero.
No volvió a usar aquel piloto. Se quedó guardado en un cajón. De vez en cuando lo veía y sonreía. Hace unos días lo recuperó e intentó encenderlo. Las pilas se habían agotado. Las cambió.
Hace ya bastante tiempo que la chica menuda y pelirroja y el chico que decía tequieros con un piloto trasero dejaron de verse, pusieron tierra de por medio. Unos 20 prados..
Hoy en la plaza Mayor ha colocado aquel piloto en su bici y se ha puesto a pedalear rumbo a su casa. La lluvia había obligado a tapar los pianos de las terrazas de Recoletos. En Colón unos adolescentes desgarbados y gimnásticos bailaban hiphop. Luego aceras vacías. Pedalear Madrid un jueves de verano a las 12 de la noche después de la lluvia es una experiencia inolvidable, pensaba. Con un poco de esfuerzo de piernas y la complicidad de la luna puede uno llegar a desconectarse el cerebro para que no haga ruido. Y escuchar, por ejemplo, subiendo Vitruvio, lo que diga el corazón.
«Primero brillé tan fuerte que atravesaba todas las camisetas. Luego me fui vaciando arrinconado como un mueble más. Hoy, con la ayuda de un destornillador y dos baterías AA vuelvo a latir. Es muy probable que con un poco de práctica pueda articular nuevos tequieros.»
manos yo tengo dos cacharros de esos para la bici, bueno ahora solo uno porque le dejé el otro a una amiga una noche para que llegara a su casa entera. De vez en cuando hacía la «performance» de ponérmelo bajo la camiseta cuando alguna chica –otra- llegaba a casa a cenar, mientras salía del ascensor y yo la esperaba en la puerta, al fondo del largo -interminable- pasillo de la escalera. Por cierto estas pilas duran un montón, que lo sepas.
¿Qué gotitas te harán florecer, Cuantró? ¿Quizá unas gotitas de Cointreau?
Era «y a mí». Problemas de las prisas y el ordenador veloz.
mdoy a mi
Ando cerca, Cenicienta, esperando las gotitas que me hagan florecer.
Me alegra verte.
Los oficios fascinantes son mi top. Cuando voy por la calle, viajo… busco oficios fascinantes. Pero no se me da tan bién.
Qué bien verte por aquí te miro, ¿sabes por donde andan cuantro e iguazú?
No es que la tercera persona no mole, la pobre desconoce que tenga una historia que pueda interesar a los demás.
A mí también me gustan los oficios fascinantes, los post de lunas y los de noches tórridas.
Y los post con fotos de manos.
La tercera persona no mola nada. Me gusta imaginar que vuestra ficción es verdad. Que todas las madrugadas os sentais y escribís lo que os sale, lo que sentís, lo que os aflora. Aunque sea mentira, y lo escribais a las 2 de la tarde y sea sólo lo que os imaginais que sintió un tipo que os lo contó.
De todas formas mis favoritos, los oficios fascinantes.
Queda dicho chicos guapos, la modesta opinión de un lector, luego a hacer lo que queráis que el blog es vuestro