Denuncia


Entre todas las injusticias, entre todas las noticias tristes con las que me he topado hoy, una tiene por protagonista a este hombre.

Lo he leído en el Miami Herald. El tipo de la foto trabaja delante de una pantalla de un scáner de seguridad en el aeropuerto de Miami y la emprendió a golpes con un compañero que se burlaba de él.

Pueden leer la noticia aquí en inglés. Pero para los que no conozcan la lengua de Shakespeare diré que, según el Heraldo de Miami, en unas sesiones de formación. Rolando Negrín, el moreno de la foto, pasó por el arco detector ese tan moderno que permite ver a la gente desnuda y los compañeros de curso señalaron que tenía los genitales muy pequeños. No fue sólo ese día, se siguieron cachondeando durante un año entero y corriendo la voz por el aeropuerto: «Rolando la tiene pequeña, Rolando la tiene pequeñaaa, Rolando la tiene pequeñaaaaaaa….» (Lo decían en inglés, supongo.)

El caso es que a Rolando se le inflaron los c****** (sí, esos tan pequeñitos) y le partió la cara al bocazas que había comenzado la broma.

A mí, al leer este tremendo drama, se me ocurren varias preguntas que el periodista del Heraldo ha pasado por alto y que yo, aquí, hoy, no puedo dejar pasar.

Sobre el hecho punible jurídicamente:
¿Por qué detuvieron a Rolando y no al bocazas? ¿Qué agresión es mayor un año de escarnio o un manojito de hostias? ¿No sería el bocazas el auténtico criminal? ¿Acaso el mobbing no es delito en Miami?

Sobre el departamento de Recursos Humanos del aeropuerto de Miami:
Una vez detectada en la sesión de formación la pequeñez, y comprobado el hecho de que dicha pequeñez merma la dicha y la autoestima del trabajador ¡¡¡Cómo se les ocurre ponerle a trabajar en el mismo escáner!!! Rolando se pasaba 8 horas al día viendo pasar pitos de mayor tamaño que el suyo. Eso puede destruir a un hombre en una semana. Cada vez que el equipo de baloncesto local, es un suponer, con esos mostrencos de dos metros, pasara en fila por el escáner, imagínense cómo se sentía Rolando. Es que ese día llegaba a casa y ni cenar podía.

Sobre la seguridad en el aeropuerto:
Un hombre que está obsesionado con el tamaño de su genitalidad, y al que día tras día recuerdan sus compañeros las dimensiones, pongo mi mano en el fuego, que cuando pasaba un hombre por el escáner en vez de mirar si llevaba armas automáticas y explosivos, le miraba lo que cuelga. ¿Cuántos terroristas habrá dejado pasar Rolando por estar centrado en medirles el paquete a los viajeros? ¿es este el país que queremos dejarles a nuestros hijos?

Sobre el periodista que redacta la noticia:
¿Cómo puede ser un reportero tan mala persona y tan ruin como para poner la foto de Rolando? Ahora no sólo el aeropuerto sino todo Miami, y todo el mundo saben que Rolando la tiene pequeñaaaaaaa, Rolando la tiene pequeñaaaaaa… No sólo le han hecho mostrar sus vergüenzas en las prácticas, además se han burlado de él durante un año. No sólo le han detenido por un par de mandobles en defensa propia, además le van a poner una multa. Y para más inri, sí, para más inri, va el periodista y pone en internet su nombre y su fotografía.

Si ese hombre sale del calabozo de seguro buscará una ventana bien alta para lanzarse y la responsabilidad de ese acto caerá sobre todos nosotros, y en especial sobre los que he mencionado en este artículo.

Si ese hombre consigue rehacer su vida y no se suicida, es que es un ser humano excepcional que goza de un equilibrio emocional que ya quisieran los monjes tibetanos. Si Rolando sale de ésta, sólo se me ocurre brindar por él y cantar al mundo su gran talla (humana):

¡Olé, tus huevos, Rolando!

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