Dejar huella

¿Y si la clave está en no hacer, en esperar, en que no se note?

Llamados desde pequeños a la acción, al ruido, a la trascendencia… imbuidos como cruzados modernos de una fiebre, de una urgencia de… ¿de qué?

Lograr, conseguir, alcanzar, dejar huella.

Mejor no dejarla.

Ya hay demasiadas huellas.

Está la arena llena de pisadas, y el mar una y otra vez las borra.

Yo no soy muy esotérico pero, si detrás de las olas hubiera un mensaje, si hubiera que descifrar lo que nos quiere decir el mar ¿no sería algo así como:

«No me pises la arena, demonios, que la tengo yo tan lisita.»

«Que te he dicho que no me pises la arena»?

Miré el azul aquella tarde, desde el acantilado. Y mi mirada no pudo detener ni una sola de sus olas. Peinarlas, quizá, un poco, no lo sé.

Pero al volver, noté que ese ritmo suave seguía sonando en mi cabeza, incluso cuando ya estaba lejos de la orilla.

Al llegar a casa:

—¿Qué te ha pasado? ¿Dónde has estado?
—¿Por qué me lo preguntas? —dije yo.
—No sé, te noto algo raro, estás como húmedo, salado.

¿Y si la clave está en dejarse hacer, en mirar nada más, en que no se note?

¿Dejar huella?

Uf, qué estrés, qué responsabilidad.

Prefiero ser arena, y llevarme tus huellas puestas.

2 comentarios sobre “Dejar huella

  1. Eres enorme!!!!! Vaya reflexión mas brutal! Me llenas cada vez que te leo, Oscar, enhorabuena de nuevo y mil gracias!

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