Cuando me pongo trascendental…

…la cago.

Lo tengo más que comprobado.

Me pongo autárquico, autista, autonomásico y me bloqueo creativa y emocionalmente.

Si me pongo trascendental un rato, no pasa nada. Si es de noche —una conversación filosófica, una copita de ron…— normalmente se me pasa durmiendo. Me levanto con la boca agria, asquerosa o con un nudo en la garganta, de corbata; pero con un enjuague y un respirar fuerte… adiós. Lo malo es cuando se me cruza una decisión, un trabajo importante, o una hormona que no tengo controlada, en definitiva, una prueba. Entonces me reconcomo del verbo reconcomer, yo me reconcomo, tú te reconcomes, el se reconcome, ella se reconcome, nosotros nos reconcomemos, vosotros os reconcomeis, y a ellos se la refanfinfla. Durante varios días: que si voy a dar la talla, que si no. Y en vez de expandirme, me involuciono… y entonces me pongo trascendental y la cago.

No la cago de golpe, la voy cagando poco a poco, lo noto. Y tengo que cortar por lo sano, echarme una buena reprimenda, llamarme pedante y gilipollas con elle y hasta gilipoyas con y griega. Además ocurre que el tomarme muy en serio, a mí me deja baldao (aunque lo correcto sea baldado, me suena mal, lo siento).

Todo esto para contar que he pasado unos días en modo trascendental, quizá tuvo que ver que se me rompieron las gafas. Sí, para mí que ése fue el detonante. Y en los días aciagos de la trascendentalidad me ponía a escribir en el blog y me salían unos churros… unos churros tremendos, así como dorados, y con adornos, churros floreados ¡¡terrible!! Y luego se me estropeó la conexión a internet de las narices. Pero esta mañana, a raiz de esnifar tennconbioalcohol durante el ejercicio de limpieza semanal, sí, el tufillo sanitario revitaliza, me he dicho cuatro cositas a voces y se me ha pasado. Lo he hecho utilizando la fregona. Le das la vuelta y te queda una rubia flaca, bajita y muy temperamental. Rubia de bote, claro. La dejas que te insulte con vehemencia, que te ponga los puntos sobre las íes, que te diga lo que no quieres oír, y luego la das la vuelta, la metes en el cubo, la escurres y a frotar. Habitación, cocina, pasillo, baño… En silencio, con método, fregando el suelo como lo fregaría el Dalai Lama, con la misma convicción cósmica. Fregar es terapeútico y zen, y como tiene parte física y parte mental te ahorras el pilates y el yoga. Moja, escurre, frota, moja, escurre, frota… así poco a poco te vas reconstruyendo y te ubicas en el universo. Como una motita insignificante, que es lo que eres, pringao, ¿tracendental, trascendental…? ¡Una motita!

Y ya puedes hacer lo que te apetezca, y reírte y pensar y sentir sin la responsabilidad que te habías echado a la espalda, y tener todas las dudas y contradicciones y dudas —esto creo que ya lo he dicho, pero no está de más— que te dé la gana, porque como eres poco más que un átomo a nadie le va a importar. Ah, también puedes cagarla… pero a ver, alma de cántaro, si meter la pata la vas a meter igual de motita insignificante que de sesudo existencialista, ¡¡pues no será mejor quedarse de motita!! y no sufrir de balde.

Y el mundo que lo salven otros.

Uf, que alivio.

Ya estoy, otra vez aquí.


Publicado en a2manos, el blog, el 29.11.2005

4 comentarios sobre “Cuando me pongo trascendental…

  1. Yo estuve limpiando la &#@# que se acumula detrás de los mandos del horno. ¿Estamos muy mal o somos muuu limpios?

  2. No te quejes, peor lo tiene la fregona. Seguro que te cebaste con ella, la retorciste el cuello, y la metiste de cabeza en el cubo lleno de agua sucia.

    La pobre…

  3. qué mal estamos!… coño, si ayer estuve limpiando puertas e interruptores de la luz.

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