Foto: Guy Vacheret
Mariarchi y yo nos conocemos del colegio.
Ella iba a la clase de mi hermana. O lo que es lo mismo: un curso menos que yo.
Ella era pivot del equipo femenino de baloncesto y yo entrenador.
No te rías, de pequeños, en el colegio, uno puede ser lo que le dé la gana: astronauta, pintor, cirujano, capitán de barco… Entrenador de baloncesto y pivot no era lo más estrafalario.
Luego la cosa se complica. ¿Alguna vez has escuchado a un chaval decir que quiere ser corredor de seguros o analista de sistemas? Jamás.
Después de clasificarnos cuartos de cuatro en la liga escolar de la región noroeste dejamos de vernos. No fue el veneno de la derrota, solo una coincidencia.
Yo sabía de las andanzas de Mariarchi por mi hermana, que si Buenos Aires, que si Paris, que sí ingeniería que si arquitectura, que si casada, que si divorciada…
Existe una maldición en la escuela y es que los niños que sacan buenas notas no pueden hacer cosas bonitas, tienen que hacer cosas «de provecho», o lo que es lo mismo, que se paguen bien. Y cuando eligen una carrera tiene que ser de esas con el nombre bien largo. Para elegir arte, que sólo tiene cuatro letras, sin duda es mucho más conveniente catearlas todas.
Tú eres un cazurro que suspende hasta Educación para la Ciudadanía, que te expulsan de clase cada semana y te conoces las consultas de todos los psicologos de tu barrio, y llegas a tu padre y le dices que te quieres dedicar a la música y tu padre te apoya, hasta te compra una guitarra, te presta la furgoneta y te subvenciona el costo.
Pero si sacas sobresaliente y un día al llegar a casa con tus flamantes notas les cuentas a tus tutores que lo dejas todo porque te interesa hacerte escritor, performer o estudiar filosofía les cortas todo el rollo, se les vienen abajo las expectativas y les das un disgusto morrocotudo. Te dicen que es una pena tanto talento desperdiciado y tu madre te chantajea moqueando en todos los clines que tenga a mano. Normalmente se le echa la culpa bien a las malas compañías o bien a las hormonas. Acabas en el orientador del cole seguro, el orientador suele ser un tipo bastante desorientado que insiste en lo del «provecho».
No sé por qué estoy contando esto que no tiene nada que ver con Mariarchi. Ni conmigo.
No tengo ni idea
Supongo que a la originalidad calidad de sus fotos y sus diseños le pega más haber suspendido todo.
Da igual.
Miro sus imágenes y pienso que es una suerte que tenga esa manía de mirar por un agujerito y hacer click.
Y yo pensando; a esta chica la hace falta una camara de esas q tienen la pantalla abatible porque la pobre siempre sale con la cabeza cortada. Eso o que es muy fea y la de vergüenza mostrarse al público. Resulta que estudió arquitectura y entonces las piezas del puzzle empiezan a encajar.
Creo que me voy a divertir este mes. 🙂