Conocí a José Manuel Cordo antes de ser Oscar Perversa, o lo que es lo mismo, antes del 92, en el siglo pasado, antes de las olimpiadas, antes de Photoshop, antes de tantas cosas…
Por aquel entonces teníamos pelo los dos, ahora sólo él.
Quería estudiar arquitectura y yo no sabía qué quería estudiar. un amigo común, José Carlos Sánchez, nos presentó.
Le encargué a José Manuel Cordo la primera portada de Perversa. Habrá que hacer unas fotos, dijo. Me tiró unos carretes en las calles y cafés de Valladolid. Luego en su cuarto, con un flexo apuntándome a la cara como si me estuvieran interrogando mandó que me pintaran los labios y me sacó esta.
Por esa portada mi abuela estuvo a punto de desheredarme, tardó dos años en volver a hacerme su riquísima tortilla de patata de tan enfadada que estaba.
De las calles salió la romántica (ver más abajo) y del cuarto la punk. Y elegí la punk (si hubiera sabido lo del destierro tortillero de mi abuela me lo habría pensado mejor).
En aquella primera sesión, con aquel primer trabajo, José Manuel Cordo ya estaba poniendo de manifiesto ese conflicto entre el lado transgresor y el elegante, el vehemente y el nostálgico, el gamberro y el romantico, que luego han aparecido una y otra vez en Perversa y que todavía no he conseguido reconciliar. Marca de la casa.
Aquella aventura y otras cuantas que le siguieron, como que yo fui el técnico de sonido de las primeras maquetas de El Sueño de Alicia, el grupo en el que tocaba la batería Cordo, fueron forjando una amistad.
El tiempo y los traslados no permitieron que nos viéramos tan a menudo como nos habría gustado, después de una ausencia de unos cuantos años nos volvimos a encontrar en un concierto en El Caldero de Cobre, en Madrid. Se presentó sin avisar porque lo había visto en Atrápalo, había decidido, según me contó, coger el coche y acabar con la sequía de Perversa.
José Manuel Cordo y yo compartimos el año de nacimiento y también el habernos criado artísticamente en la iconoclastia de los 90.
Hasta entonces había corrientes, estilos, reglas, conservatorios, estrellas, directores de A&R… después sólo fusión. Surfeamos aquel maremoto como pudimos, llegamos a la playa y empezamos a recoger pedazos. Sólo los que nos gustaban, aunque no rimaran mucho unos con otros. De resultas de aquella tormenta imperfecta ambos padecemos una crisis de identidad crónica. No nos sienta bien el tupé de los rockers, ni la gabardina de los mods, no le somos fieles ni a la Bauhaus, ni a Warhol, ni al Madrid ni al Barca. Por no ser, no somos ni analógicos ni dgitales. Y en eso radica nuestra empatía, y en eso andamos liados, en convertir la enfermedad mental en nuestra bandera.
Hace unos años José Manuel Cordo puso en marcha un estudio de diseño llamado Mono.
Le propuse colaborar en a7manos y aquí está, el primero. Que lo disfruten.
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